Tomada del Blog: Octavo Cerco.
Entrevista:
Ernesto Morales.Periodista cubano, radicado en Bayamo. Cuba.
ernestomorales25@gmail.comEl dueño de la única emisora radial de una pequeña ciudad, decide un día emprenderla contra su vecino. No sabemos los motivos de su enemistad, pero tampoco importan. Lo que importa es que este hombre tiene un significativo poder, y que su enemigo es un hombre corriente. Como parte de su plan, decide corromper la imagen del vecino. Piensa: diré que es un depravado. Que es un pedófilo. En lo adelante, empleará los programas de mayor audiencia para acusar a su detestado vecino de corromper sexualmente a los niños de la comunidad. Buscará amigos y simpatizantes (que todo hombre los tiene, sobre todo si es poderoso), y les colocará el micrófono delante: Sí, ese hombre es un corrupto, ese hombre es un malvado. Diariamente. Sin descanso. El dueño de la emisora disfrutará ideando los nuevos argumentos para sustentar su acusación sobre las perversiones del vecino. Este no podrá responder públicamente a las mentiras: no tendrá manera. Peor aún: no tendrá manera de probar que No es un pedófilo, que jamás ha cometido tan grotesco delito. Pocas cosas son tan difíciles de probar, como la inocencia.
Tú escuchas la radio de vez en vez, y sabes lo que se dice de aquel hombre, que también es tu vecino. No te importa demasiado, es verdad. Cuando te cruzas con él, en la calle, te saluda con amabilidad y siempre te ha parecido un hombre correcto. Pero si una tarde tu pequeño hijo se queda más tiempo del habitual jugando en un parque cercano, correrás a buscarlo con un nerviosismo extraño. Un nerviosismo que no habría existido, de seguro, si no te hubieran advertido que aquel vecino del que tanto hablaba la radio, leía el periódico desde uno de los bancos del mismo parque.
II.
La voz del otro lado del teléfono es sumamente fraternal.
Reinaldo Escobar, un hombre con quien jamás había cruzado palabra alguna, atiende mi solicitud con una presencia de ánimo que derriba cualquier frialdad entre desconocidos.
- Si no estás muy complicado – dice Reinaldo- , mañana a las 9 tendremos aquí en el apartamento otro encuentro de la Academia Blogger. Puedes llegarte hasta acá y concertar con Yoani tu entrevista, o si en algún momento hay un chance, puedes hacérsela ahí mismo.
Después, una detallada explicación para que un no-habanero supiera cómo llegar hasta una dirección específica. Hasta el apartamento de
Yoani Sánchez. Recuerdo con simpatía el comienzo de su explicación: “Llegas a la Plaza de la Revolución. Desde allí, sigues el camino hacia donde mira el Che Guevara en lontananza…”.
Recuerdo haber advertido la notable y finísima ironía: el apartamento de Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar, dos connotadas figuras de la reacción antigubernamental cubana, está situado en el piso catorce de un edificio yugoslavo que mira de espaldas a la Plaza de la Revolución, el Sancta Sanctorum del Gobierno cubano.
Pasadas las 10 de la mañana del día siguiente, tocaba yo a la puerta donde una bandera cubana en miniatura, con la inscripción “Internet para todos” se ha colocado a manera de bienvenida.
Abrió la propia Yoani. Su cara también grácil, sonriente. Ante mí, unas treinta personas sentadas en sillas plásticas miraban hacia una pared donde un video proyector mostraba imágenes. La Academia Blogger en plena sesión.
Ya en este instante, en el preciso segundo en que uno de sus miembros se levanta para cederme una de las dos sillas donde estaba sentado (su nombre es Juan Juan Almeida, hijo del fallecido Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque) advierto algo que comentaría con Yoani horas más tarde: la atmósfera desprejuiciada que emitía ese espacio interior donde una treintena de cubanos de todas las edades recibía clases sobre cómo se construye, edita y redacta uno de estos sitios en Internet. Y donde todos y cada uno de los presentes tenía absoluta libertad para preguntar u opinar, discrepar o bromear, sin que normas escolásticas o ideológicas limitaran la naturalidad del espacio.
No podía permanecer mucho tiempo allí. Otras obligaciones me lo impedían. Entre Reinaldo y yo pactamos el encuentro para la noche, en este mismo sitio. No pude resistir la tentación y salí al balcón, a mirar La Habana desde este piso catorce. La vista panorámica desde la cual una mujer de treinta y tantos años saluda y percibe su realidad circundante, lo mismo mientras riega sus plantas, que cuando olfatea la ciudad allá abajo. Esa porción de realidad que luego transmutará en breves posts: la armazón invisible, subjetiva, que sostiene lo que ella bautizó como Generación Y. Tomé un par de fotos. Después, avergonzado de abandonar la sala en plena clase, me marché.
III.
¿Cuál es el verdadero alcance de una campaña de difamación? O mejor aún: ¿Existen límites, barreras infranqueables, para una campaña de difamación?
No sé bien por qué, pero mientras el ascensor me transporta arriba, este par de preguntas se apoderan de mi pensamiento. Quizás sea solo curiosidad filosófica. O probablemente mi yo interno, previsor, quiera entrenarse en estos menesteres: bien sé que luego de entrar a este apartamento, de hacer esta entrevista, figuraré en algún listado, mi cara aparecerá en algunas grabaciones como un posible “reclutado” de las milicias enemigas. Sonrío, mientras camino el pasillo que separa el ascensor del apartamento “B”. Es mi saludo a las cámaras que quizás vigilen este pasillo. Podría decir en voz alta “Buenas noches”, lo que no sé es si quienes escuchen detrás de los micrófonos instalados, sabrán que me dirijo a ellos.
No me abre Yoani, sino un adolescente que luego sabré es su hijo, y que se llama Teo. Mientras va en busca de su madre, yo miro alrededor: la diferencia entre lo que encontré en el día, y la sala que advierto ahora, es enorme. Sin la treintena de sillas plásticas, con una decoración sobria pero elegante, el apartamento transpira paz. Y buen gusto. Una luz tenue, amarilla, cae sobre el interior en el que también se reflejan las luces distantes de la ciudad, hermosas, y al que la presencia de muchos libros, plantas y peces (en una pecera), y una perra cariñosa hasta el delirio, humanizan notablemente.
- Resulta simpático – le digo a Yoani ahora que estamos sentados frente a frente, con la tranquilidad que todo entrevistador anhela -, no puedo dejar de sorprenderme por estar aquí. En uno de los “headquarters de la résistance”. La casa de una de las personas más detestadas y atacadas por los medios oficiales de mi país.
Ella sonríe y asiente:
- El proceso de satanización contra una persona consigue eso. Y les sucede incluso a quienes no creen en las mentiras que se digan contra el satanizado, pero es que la duda, el extrañamiento por ver a esa persona como un ser de carne y hueso, siempre va a quedar.
Yo no lo digo, pero no es esta mi verdadera razón. No me expresé con exactitud. Antes que sorpresa, es una mezcla de placer con sutil emoción lo que siento ahora mismo. ¿Por qué? Pues porque dialogar íntimamente con Yoani Sánchez, la blogger más connotada y polémica de este país, y una de las más reconocidas figuras del ciberespacio a nivel internacional, ejerce una seducción nigromántica en el periodista que soy.
Y no se trata de sus premios internacionales, su nombre en la lista de los 100 más influyentes de la revista “Time”. Esta seducción no nace, tampoco, de los miles de lectores que en 16 idiomas acceden a Generación Y cada día, o de que esta cubana de imagen humilde e insignificante haya conseguido siete respuestas del Presidente del los Estados Unidos, Barack Obama. Debo admitirlo: yo he leído bastante de lo que ella escribe, he accedido a su blog con cierta regularidad, pero no me considero uno de sus fieles. Es decir, no me creo parte de la legión de firmes lectores que Yoani ha cosechado con sus posts. En mi caso, se trata más bien del interés que me despiertan los odiados, los vilipendiados, los sin voz o con voces alternativas. Y también, por qué no, la franca admiración que me generan quienes defienden sus credos por sobre obstáculos y represiones, y son capaces de asumir sus posturas a sabiendas de que el precio a pagar por ellas es, por lo general, bien alto.
Muy poco hacía que Yoani y su esposo, el periodista Reinaldo Escobar, habían estado en el centro –nuevamente- de las polémicas políticas de mi Cuba beligerante. Un día tres ciudadanos sin identificar protagonizaron en plena Habana un acto de indudable estilo siciliano: durante veinticinco minutos amenazaron, agredieron físicamente, e insultaron dentro de un auto a esta mujer cuya estatura y peso corporal siguen siendo los de una frágil adolescente. Junto a otro blogger amigo fue abandonada en un barrio distante. Pocos días más tarde, cuando pudo reaccionar de modo coherente y no abrasado por la ira (según sus propias palabras), su esposo decidió citar a uno de estos personajes a un “duelo de palabras”, a que explicara la legitimidad de este acto brutal. A las 5 de la tarde del día anunciado, Reinaldo Escobar aguardó por el encuentro que jamás se efectuó. En su lugar, una turba de jóvenes y agentes camuflajeados de civiles, le agredió en una triste sesión cuyas imágenes recorrieron el mundo. También salieron en pantallas de Cuba. Obviamente: como la respuesta patriótica que un grupo de universitarios daba a unos esbirros, mercenarios y vendepatrias que ofendían a su nación.
Pienso en esto, ahora que ambos (Reinaldo ha salido del cuarto también, se ha sentado junto a nosotros) se disponen a responder mis preguntas. Pienso en una imagen que recuerdo nítidamente: Yoani escribiendo con su laptop sobre una mesa del Hotel Nacional de Cuba, y la prensa oficial publicando su foto con un cintillo debajo: “Yoani Sánchez en plena labor mercenaria”. Junto ideas, interrogantes, malestares, y activo una tecla diminuta en mi grabadora de mano.
-
¿Cuándo y cómo nace toda esta historia, Yoani? –comienzo por fin-.
¿Cómo recuerdas el instante en que pensaste en Generación Y como la obra con la que romperías tu silencio? -
Yoani: Yo siempre me he considerado una persona diminuta, fíjate. Insignificante si se quiere. Para compararme lo haría con una hormiguita, porque además de que soy muy activa trato desde la pequeñez de hacer mis cosas. Y claro, la pregunta es: ¿cómo desde la pequeñez se pueden hacer fenómenos tan grandes? Pues para mí, esta es la prueba corpórea, personal, de que no se precisan grandes propósitos ni grandes acciones, ni proyectos que desde un principio se pretendan muy abarcadores para que en un final resulten así.
Yo comencé a escribir mi blog en abril del 2007 como un proceso de exorcismo personal. No es un lugar común, así lo siento y así lo sentí en ese entonces: “No puedo más, o me voy en una balsa o me dedico a escribir las cosas que veo a mi alrededor y que la prensa oficial no refleja”. Esas cosas que llamo mis demonios, y que están basados en un componente muy intenso de frustración. La frustración que carga mi generación.
Una generación a la que le prometieron un país que jamás se cumplió. Una generación que ha visto a sus padres decepcionarse, quitarse las máscaras, abrazar una fe aunque años antes se declaraban ateos; una generación que ha visto partir a sus amigos, y que ha visto derrumbarse todos los muros exteriores aunque ninguno de los interiores.
Y entonces eso le da un componente bastante escéptico, con una mezcla de cinismo, a mi blog: “Ya he visto todo, tengo 34 años y conozco a la perfección lo que me rodea”. Eso está de fondo en lo que hago.
Ahora, aunque las personas tienden a unir el origen de los sucesos con la detonación, usualmente no es así, y en este caso no lo fue. Yo comencé Generación Y en abril del 2007, y en agosto o septiembre de ese año aún yo no sabía si alguien me estaba leyendo o no. Mi sitio estaba allí, en la inmensidad de Internet, donde hay miles y miles de espacios, y yo ni siquiera tenía la posibilidad de comprobar si me leían porque mi infraestructura técnica era muy rústica. Aunque he tenido desde siempre como hobby la informática (fíjate que me construí mi primera computadora en el año 1994), cuando decidí abrir un blog ni siquiera conocía los softwares correctos para hacerlo. Entonces mi página era muy elemental, los lectores no podían interactuar, dejarme un comentario siquiera. De tal manera yo no sabía si me visitaban tres millones o dos usuarios a la semana. Yo lancé mi botella al mar: si me leían o no, no importaba, yo necesitaba escribirlo. Incluso recuerdo que cuando se lo comentaba a personas cercanas sus reacciones eran del tipo “no te dediques a eso, para qué, no tiene sentido”.
Sin embargo, empezaron a confluir una serie de circunstancias que fueron contribuyendo a que esta botella en el mar cobrara más fuerza y sentido cada vez. Es algo que ha sucedido con todos los fenómenos, y por cierto, Yoani Sánchez no, pero Generación Y sí es un fenómeno, compuesto por los lectores, los traductores, los amigos, y hasta los enemigos.
¿Cuáles fueron esas circunstancias o particularidades?, bueno, en primer lugar que hasta ese momento todas las personas que blogueban desde dentro de la Isla de una manera crítica, más apegados a la realidad y no a los slogans políticos, lo habían hecho con seudónimos, y de pronto aparecía esta mujer de 32 años, de una generación que había guardado silencio, que había preferido emigrar o callarse, y ponía su rostro y decía “Yo me llamo Yoani Sánchez y mi número de carné de identidad es el 75090424130”. Eso chocó mucho. Dijeron: “¿Cómo es posible? Todo el mundo escondiéndose detrás de una máscara, simulando o escapando, y de repente esta mujer frágil se lanza a la boca de los tiburones”.
Comenzaron las especulaciones: “Yoani no existe, es un ente virtual, Yoani no está radicada en Cuba, es un grupo de personas o el seudónimo de otra persona…” en fin, la gran teoría de la conspiración. Pero ya aquí radicaba un primer elemento digamos que de realce.
También confluyó otro elemento: que había habido un cambio de poder en Cuba. Cambio simbólico, más continuidad que ruptura, más feudo heredado que país con nuevo presidente, pero todo eso había generado cierta expectación hacia esta islita que ya de por sí es bastante apasionante como temática.
Y está además el hecho de que hablamos de un terreno que tiene una capacidad de narrarse a sí mismo increíble: Internet lo amplifica todo. Entonces en ese terreno, con ese amplificador que me había colocado en la boca y con mi pequeño y rústico sitio, pero con una determinada identidad y la honestidad de decir “esta soy yo, estoy dispuesta a todo” comenzó mi trabajo, y generó muchas simpatías. Las personas empezaron a conectarse y a decir “espérate, esta muchacha está contando algo con lo que puedo estar de acuerdo o no, pero lo está diciendo desde el corazón”. Se está jugando todo en ello…
- O sea, crees que independientemente del blog en sí, de los textos que publicas en él, el éxito de Generación Y es resultado de factores también externos… -
Yoani: Pienso que sí, aunque no puedo ser absoluta en esto. Habría que preguntarles a los lectores.
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Reinaldo: Hay una palabra clave ahí: la palabra rareza. Era una rareza que una persona expusiera su cara en algo como eso. Y ya sabemos que lo extraño atrae enormemente. Claro luego comenzó aparecer en los medios y fue cobrando mayor atención…
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Yoani: Ahí voy – le interrumpe ella, retoma la idea donde mismo la había dejado-De pronto, desde la Isla de los desconectados alguien empezaba a usar de manera diferente la valiosa herramienta de Internet. ¿Quiénes la usaban hasta el momento?, los medios oficiales, las personas que tenían una cuenta por la UNEAC o alguna otra institución oficial, pero hasta ahí. Y de pronto esa voz que sale en el mundo virtual desde un país donde apenas hay acceso a la red.
Para colmo está el factor machismo. Vivimos en una sociedad muy machista, donde han sido siempre los hombres los que han marcado la pauta. Y entonces surge una mujer que se declara cobarde (desde el principio anuncié en mi perfil que mi blog era un ejercicio de cobardía), que se sabe frágil, con temores, que es madre y debería estar más bien limpiando los cristales de su casa, y decide asumir roles que supuestamente no le corresponden.
Creo que incluso la manera en que está escrito ha influido en su recepción. Sin violencia verbal. Jamás he usado la violencia verbal en mis escritos, no he insultado ni agredido a nadie, nunca he utilizado adjetivos incendiarios, y esa mesura puede haberse ganado la atención y la simpatía de mucha gente.
Entonces llegó octubre de ese mismo 2007, y la agencia Reuters hizo un pequeño despacho sobre Generación Y que generó un poco más de expectación. Encontré yo el software adecuado para perfeccionar mi blog, aunque pude implementarlo solo a fines de diciembre. Y llegó “The Wall Street Journal” con un artículo de portada, refiriéndose al fenómeno blogger en sentido general, y de manera particular, a mi blog. Este sí fue un paso importante en el reconocimiento de mi espacio.
Pero qué pasó: que los lectores vinieron y se quedaron. Los usuarios pudieron venir una vez y no regresar más nunca. Las notas de prensa no hacen un sitio. Los lectores se quedaron porque se sintieron en casa, sintieron que Generación Y era una plaza pública o un barrio donde podían sentarse a conversar o polemizar con un amigo. Eso los dejó allí, hasta ahora. En este mismo momento yo estoy aquí conversando contigo pero mi blog está vivo, las personas están contando, narrando, publicando, y ese es el caudal más importante que tiene.
- Definamos ahora esta dupla, este matrimonio que es además un equipo de trabajo. Reinaldo Escobar, tengo entendido que usted sí es periodista graduado, y que entre otros medios trabajó para el diario “Juventud Rebelde”. ¿Qué sucedió en su caso? ¿Cómo pasó de ser un periodista de los medios nacionales al enfrentamiento con la oficialidad? -
Reinaldo: Sí, yo soy graduado de la Escuela de Periodismo de la Universidad de la Habana en el año 1971. Trabajé durante 14 años en la revista Cuba Internacional, que era una de esas revistas que se hacían en los países socialistas para proyectar una imagen internacional de lo bien que marchaba todo. Tú recordarás aquellas revistas con las que se forraban las libretas escolares: la Polonia, la Bulgaria… bueno, eso era más o menos la revista Cuba Internacional. Una publicación que apenas se vendía en el país, más bien circulaba en la Unión Soviética, y yo estuve todos esos años cobrando un salario por dorar la píldora. Hasta que me cansé de hacerlo y decidí irme a trabajar al periódico Juventud Rebelde.
(Llevamos unos minutos apenas, pero una característica significativa salta ya a la luz: las dotes de grandes conversadores que tienen ambos. Dialogan con destreza, con fluidez, echan mano a ideas que de tan pensadas aparecen enteras, muy nítidas. Yoani tiene una voz que quizás sea el único atributo fuerte de su anatomía: no por su tono, que no es grave aunque sí sólido, sino por el énfasis que pone en sus palabras. Reinaldo tiene un hablar con ritmo ágil, que te obliga a estar pendiente de cada nueva idea.) Llego a Juventud Rebelde en el 1987. Plena época de Perestroika y Glasnost en la URSS, y yo llegué a JR como un kamikaze: no fui a hacer lo que buscaba la mayor parte de los periodistas en sus centros de trabajo, conservar su puesto, sino que me dediqué a hacer todo lo posible por demostrar que se podía o no se podía hacer el periodismo que a mí me interesaba. Y de alguna manera lo hice, publiqué algunas cosas de las que me siento muy orgulloso. Y claro está, me botaron. Duré año y medio… demasiado diría yo. En diciembre de 1988 en una reunión del periódico me dijeron “Tú no vas a trabajar más para nosotros, no puedes continuar ejerciendo esta profesión”.
¿De qué viví? Tuve varios empleos: en la Biblioteca Nacional, fui mecánico de ascensores, hasta que finalmente dejé de trabajar para el Estado y empecé a ganarme la vida como profesor de Español para extranjeros. Y desde el propio 1989 comencé a publicar artículos fuera de Cuba. Aún no se manejaba el término “periodista independiente”, esta es una definición más reciente, yo era un freelance del periodismo en ese entonces.
Nunca participé en ningún conglomerado de periodistas independientes que ya por entonces empezaban a surgir. No estuve en ninguna agencia siquiera, a pesar de que tengo excelentes relaciones con quienes fundaban esas agencias, como Raúl Rivero, compañero mío en la Universidad, colega de la revista Cuba Internacional y gran amigo en lo personal. Sin embargo nunca quise pertenecer a ninguna de estas organizaciones.
Así estuve, como un electrón libre, hasta que surgió la experiencia de la revista digital Consenso, que fundamos Yoani y yo en el 2004. Yoani era la Webmaster y yo el Jefe de Redacción. Ella misma fue quien me contagió este virus de bloguear, de tal manera que a finales del 2007, después que ella, empecé yo también con mi propio sitio.
- ¿Experiencia desconcertante, hermosa, cómo la definirías tú que eres de una generación de periodistas que no nació precisamente con la tecnología, ni con todas estas nuevas maneras de comunicar? -
Reinaldo: Una grandísima experiencia, te lo digo con toda sinceridad. Escribir para un blog es una experiencia periodística totalmente distinta a lo que yo conocía, y ahora le voy a robar a Yoani una frase que a ella le gusta mucho: cuando tienes un blog tú eres el propio Director, el Jefe de Redacción, el censor, el administrador y el compañero del sindicato. Eres todo. Y eso te da una libertad sin límites.
Nosotros te podemos decir que hemos experimentado totalmente, que hemos conocido la libertad de expresión, porque escribimos en nuestros blogs lo-que-queremos. ¿Los límites?, bueno, lo que no queremos hacer. Así de simple.
- Yoani, cuando se lee sobre ti, cuando se busca información, e incluso cuando sale tu caso a debate en círculos mayormente intelectuales, descubres que uno de los ataques más frecuentes que te hacen es catalogarte como una provocadora. O sea: “Ella se disfraza con una peluca y va a una reunión sin que la inviten, o despliega una pancarta en un concierto de Pablo Milanés, porque es una provocadora que vive de eso, simplemente”. ¿Qué dices tú al respecto? -
Yoani: Mira, durante muchos años yo me consideré una persona que tenía el don de la invisibilidad. En el sentido de que pasaba por los lugares sin que nadie me notara, y disfrutaba mucho de eso. Creo que uno de los costos personales que me ha traído mi blog es un exceso de visibilidad que por momentos resulta molesto, sobre todo a alguien de mi naturaleza.
Ahora bien –hace una inflexión de voz, una mínima pausa, presiento que ha debido escuchar tantas veces esta acusación que sus argumentos deben estar más que listos-, considerar una provocación el hecho de que yo quiera participar en un debate sobre un tema como Internet, que me es tan afín, y donde es un crimen excluir a esa parte importantísima de cubanos que están usando la red para comunicarse (como es la blogosfera alternativa), creo que es circunscribir las funciones de un ciudadano a un terreno muy estrecho. No puedo ver una provocación en intentar entrar a un sitio donde va a tener lugar un debate semejante. Por otra parte, la vida demostró que si no hubiera ido con peluca no me hubieran dejado entrar porque muchas otras personas de este sector alternativo se quedaron fuera.
Tomé el micrófono, hablé con mi voz pausada, dije que no entendía por qué había blogs censurados. No grité, no insulté a nadie. Por tanto, verlo como una provocación me parece una manera muy rápida y superficial de juzgar. Y lo mismo considerar como una provocación que un ciudadano salga con una tela con el nombre de un cantante de rock (Gorki) y decida desplegarla en un concierto. Quien vea eso como un salirse del límite, está pensando de manera preconcebida que a un ciudadano no le competen esas acciones, visión esta con la que no estoy de acuerdo.
De todas formas mira, como les digo a mis amigos, yo usé espejuelos y aparatos en los dientes durante 14 años de mi vida, y eso me curtió la piel contra el insulto, la jarana y la burla. Así que cualquier cosa que me digan lo asumo como “probablemente tengan razón”. Y lo digo en serio.
Están los que piensan que soy una provocadora. Yo puedo convivir perfectamente con ellos. Lo que pasa es que ellos no pueden convivir conmigo. Ellos me tildan de provocadora y yo puedo aceptarlo, pero si yo les digo “ustedes son unos intolerantes, son unos sectarios”, entonces les salen pústulas, les salen granos, hinchan, revientan y me vomitan en la cara. Evidentemente hay algo que no está funcionando en la química ciudadana que hay en este país. Yo, si alguien me lo dice le respondo “vamos a discutirlo, demuéstramelo, probablemente puedas hacerlo, entonces hazme una caricatura y cuélgame encima el cartelito de provocadora”. Pero déjame expresarme. Porque los provocadores tienen derecho a expresarse.
Es más, la provocación es un elemento de cambio. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Lennon: canciones maravillosas. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Thomas Mann: novelas maravillosas. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Ghandi en la India: liberar.
Entonces, bienvenidos los provocadores, que no es lo mismo que ser un terrorista, ni un abusador, ni un intolerante. Provocador es un término dinámico, cambiante, y por tanto, revolucionario.
-
El otro gran argumento en tu contra –prosigo-
y que creo que este sí es el más reiterado, es el concepto de “producto”. O sea: Yoani Sánchez viene a ser el más reciente producto fabricado por el enemigo para el enfrentamiento, por lo cual no tienes un pensamiento propio. Serías la culminación de un plan que se concibió fuera de aquí, y que te escogió a ti, los escogió a ustedes, como marionetas de ejecución. Siendo francos, tú eres muy sensible a esta sospecha. Tu alcance mediático te hace muy proclive a que se piense que eres parte de un proyecto de subversión, válido o no desde el punto de vista ético o ideológico, pero que te anularía como ser pensante. ¿Es Yoani Sánchez un soldado que obedece órdenes, es una empleada, una pieza de algún juego? -
Yoani: Te respondo en la misma línea Zen que lo digo todo: las personas tienen el derecho a pensar eso o cualquier cosa que se les ocurra. Si algo he aprendido en mi vida, es a dudar de todo lo que genera un sentimiento de aprobación unánime. Presta atención y aléjate de aquel a quien todo el mundo considera un salvador, y todo el mundo le aprueba sus acciones. Cuando te encuentres con seres así, como una vez se encontró este pueblo, aléjate rápidamente: esos son los verdaderamente peligrosos. Los que tienen el aplauso de todos, a los que todos les rinden pleitesía, sin una crítica ni un ataque. ¡Cuidado! Ahí sí estamos ante un producto, y peligroso.
Así que estas alucinaciones de la teoría de la conspiración, descansan sobre la base de que los individuos no pueden por sí solos. Descansan sobre la base de que los individuos son demasiado insignificantes para tener iniciativas de alto vuelo. La teoría de que te tienen que fabricar desde fuera, entrenarte en un campo militar, darte un file con los datos precisos de lo que tienes que hacer, parte de la premisa de que la chispa no puede nacer de una persona. Y eso, nada más hay que mirar la historia de la humanidad para darse cuenta de que es un precepto que se desvanece por sí mismo. ¿Quién prendió la chispa de Jesús? ¿Quién prendió tantas chispas que se han suscitado en nuestra historia? ¿Estaba el imperialismo también en ese entonces?
Yo conozco la esencia misma de mi blog. Conozco todos los muros con los que he tenido que chocar, todas las dificultades que he afrontado para sacarlo adelante. Y por ende no ha sido un camino de rosas. O sea, cuando esos críticos analizan mi caso solo están viendo los méritos: el Ortega y Gasset, la lista del Time, las lecturas que tiene Generación Y, pero parecen obviar los problemas tan inmensos que hay que sortear para hacer esto que hago.
Yo nunca voy a poder demostrar lo contrario. Demostrar que no soy un cerebro comprado. ¿Cómo demuestro que no soy una marioneta?, bueno, no tengo hilos –alza los brazos, los mueve, escenifica su idea- mira tú, hay quien sí los ve. De todas maneras como uno no puede probar que es inocente, los acusadores tienen que probarte que eres culpable. Y probar que una persona es fabricada lleva trabajo y pruebas, porque si no es un burdo proceso de difamación.
Como soy una ciudadana que vive en un país donde el Estado hace y rehace las leyes a su antojo, tiene el monopolio de los medios informativos, lo único que me queda es hacer mucho Tai-Chi, tener un pensamiento Zen, hacer mucho Yoga en el balcón de mi casa, para no deprimirme ante los insultos que no puedo rebatir públicamente. El día que pueda estaré en un Tribunal y diré “Dónde están las pruebas. Enséñenme la factura, enséñenme el acta de pago o como se le llame, enséñenme el carné de la CIA, tráiganme las fotos del supuesto encuentro, y entonces llegaremos a un acuerdo.” Mientras tanto son insultos que no se responden.
Trato de que esos insultos no influyan en mi escritura. Trato de que esas acusaciones no me radicalicen. Que no me conviertan en una máquina de improperios. Yo voy a seguir respondiendo con mis crónicas de cada día, porque la vida se encarga de ponerlo todo en su sitio. Mira, cuando yo empecé decían que yo no existía, que Yoani Sánchez era un grupo de 30 personas, y al final tuvieron que reconocer que esta personita vive en La Habana, tiene un hijo y escribe un blog.
- Ahora bien, todo esto puede haberte traído muchas satisfacciones, Yoani, pero es indudable que una vida de enfrentamiento como la que tú llevas tiene que generar conflictos, problemas, tristezas. El precio que hay que pagar por decir lo que se siente, por ser consecuente con uno mismo, hay veces que es inmenso. Háblame de las alegrías, pero también de los dolores que han llegado a tu vida junto con Generación Y. -
Yoani: Mira, yo me considero una persona feliz. A pesar de ello tengo una gran frustración en el plano social porque no puedo realizarme como ciudadana en el grado que me gustaría. No puedo tener la expresión o la libertad de opinión que me gustaría.
¿Pero por qué te digo que soy feliz?, porque tengo una familia maravillosa, porque tengo grandes amigos (aunque he perdido algunos, y de eso te hablaré en la otra parte de esta respuesta), pero sobre todo porque me nutro de las pequeñas cosas. Y esas pequeñas cosas no pueden arrebatármelas. Me nutro de ver una salida del sol desde mi balcón, de que el limonero que está sembrado junto a la puerta de mi casa florezca, de encontrarme un buen libro, escuchar una buena música. Amo lo pequeño. Agradezco el afecto de esas pequeñas personas que están a mi alrededor, personas que afortunadamente no padecen de neurosis, la neurosis que se ha enfatizado en esta Cuba nuestra por las carencias materiales, por la desconfianza, por problemas de control, en fin… Y yo hace mucho tiempo rompí con todo eso. Nací en un solar de Cayo Hueso, vengo de una cultura solariega, y un buen día me dije que no podía continuarla. Esa tirantez, ese siempre hablar mal del otro, ese reaccionar con violencia que aprendí desde niña, decidí no heredárselo a mi hijo. Quizás por ahí ande también gran parte de mi felicidad.
Pero claro que en estos tres años muchas veces me he detenido a pensar: “Pero bueno, por qué tanto jaleo por unos textos que escribo”. Yo no soy un bloque uniforme, y hay días en que me digo “qué bien todo lo que he hecho”, pero hay otros en que digo “hubiera podido seguir siendo la misma anónima ama de casa, y estaría seguramente más tranquila”. La mente humana oscila, y los sentimientos también. Y es honesto confesarlo.
¿El costo personal?, altísimo. La difamación, los intentos de destruirme socialmente, de estigmatizarme, de satanizarme ante las personas. Eso es fuerte – hace una pausa y yo advierto el énfasis en esta frase-, es muy fuerte porque contra eso, en un país como este, no hay maneras de luchar ni de evitarlo. Eres tú contra lo que digan de ti.
He tenido amigos que se han alejado de nuestra casa para protegerse. Gente que también se ha dejado confundir por la propaganda negativa. Y a todos los perdono. Quién sabe, a lo mejor yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en su pellejo. A lo mejor algún día retornan y entre ellos se dirán “Yo siempre estuve al lado de ella”, todo es posible porque el oportunismo tiene mil y una caras.
Dentro de las sombras de mi vida están las persecuciones policiales, que no son ilusiones de mi mente paranoica porque no soy una mujer paranoica. Cuando empecé a notarlos ya llevaban meses detrás de mí. Y no lo han hecho para esconderse, hemos tenido operativos policiales en los bajos de nuestra casa. Tenemos amigos que han sido “visitados” por solamente llamar a nuestro número telefónico. Mi teléfono está intervenido: no me cabe la menor duda porque he hecho algunas pruebas. He jugueteado un poco: “Voy a salir a tal hora a tal sitio”, y allí están.
Encontronazos con la policía, un pequeño secuestro de 25 minutos donde junto a otro blogger recibí golpes e insultos por parte de tres hombres que nunca se identificaron. Citaciones. La primera citación policial que recibí fue para sentarme en una silla y decirme casi gritándome “Usted está descalificada para el diálogo”. O sea, desde el 7 de diciembre del año 2008 me pusieron la advertencia: aléjate, no queremos hablar contigo.
Sin embargo, cuando paso la página después de todo eso me digo que no quiero convertirme en víctima. Yo me río con mis amigos, bailo, tengo una perra sata, un gato barcino y unos peces Goldfish en la pecera…
(
Reinaldo aclara, de paso: Los peces son míos…)
-
Yoani: Cierto, los peces son tuyos.
Soy profundamente responsable de lo que hago, y cada palabra que escribo tiene en sí misma la convicción de pagar por ella el patíbulo si fuera necesario.
-
¿Incluso la prisión? – preciso, y no puedo evitar mirarle a los ojos.
-
Yoani: Incluso la prisión. Y no se trata de valentía, sino de que tengo un mundo espiritual que trato de alimentar constantemente, y estoy preparada hasta para el aislamiento. Tampoco te digo que crea necesario pasar por situaciones difíciles para validarme. No creo que las cicatrices, las prisiones, sean como condecoraciones. Yo preferiría pasar indemne por todo esto y seguir escribiendo. Pero si tuviera que ser con dolor, así sería.
- ¿Y entonces la Yoani madre, la Yoani que tantas veces durante esta conversación ha hablado de su hijo? ¿Cómo piensa en esto la mujer que tiene un hijo de 14 años a su cargo? -
Yoani: Mi hijo es uno de los motivos que me ha llevado a todo esto. Al verlo he podido comprobar la repetición de ciertos ciclos que ocurrieron en mi vida y que me producen mucho hastío y mucho dolor. El ciclo de la simulación, el ciclo de las consignas que se repiten, el ciclo del adoctrinamiento en las escuelas.
Hay una frase que nosotros decimos mucho: “A lo que más miedo tengo es a vivir con miedo”. Pero más que eso, tengo miedo de dar la vida a una criatura que viva con miedo. Decirle: “Hijo, asume el miedo como premisa de vida”. Eso sí me aterra.
Entonces también mi hijo me llevó hasta aquí. Con su mirada incisiva, con sus preguntas punzantes. En el año 2003 durante aquella Primavera Negra, cuando Reinaldo y yo tuvimos que contarle a Teo que alguien que es prácticamente parte de la familia, Adolfo Fernández Saínz, estaba en la cárcel por ser periodista independiente, por expresarse y comportarse como una persona libre, Teo quiso conocer más, saber las razones por las que estaba preso. Recuerdo que Reinaldo le dijo “Adolfo está en la cárcel porque es un hombre muy valiente”, y la respuesta llegó a la velocidad de una flecha: “Entonces ustedes siguen libres porque son un poco cobardes.”
Yo escribo un blog para que mi hijo no me catalogue como cobarde. Yo escribo un blog para que cuando mis nietos le pregunten a mi hijo qué hacía la abuela, si se callaba, mi hijo les responda “Ella no pudo mover sola el muro, pero lo cierto es que nunca se calló.”
- Reinaldo, pensando un poco sobre los roles de los intelectuales en nuestra sociedad actual, me sucede algo: cuando escucho las canciones de músicos que podríamos definir como “enfrentados”, o cuando leo la literatura de algunos escritores apegados a la realidad que viven, me queda siempre una pregunta: ¿en qué medida los artistas, los hombres de pensamiento, han influenciado determinantemente nuestra realidad, y hasta qué punto han sido solo cronistas que describen lo que sucede, sin ir más allá? En el caso de ustedes, ¿cuál será el alcance real de sus blogs, y de este espacio que se ha dado en llamar blogosfera alternativa? ¿Cuál será la verdadera influencia de esto que están haciendo? -
Reinaldo: Voy a hacerte una comparación que me parece exagerada, pero que ilustra muy bien lo que creo. Y te adelanto que no se trata de una comparación entre personas, sino entre situaciones.
Según es conocido Martí es el Apóstol de la independencia cubana. El hombre que construyó en su mente la nación que todos quisiéramos tener alguna vez. Sin embargo, siempre me he preguntado cuántos de los hombres que iban a caballo con un machete en la mano, que participaron en la guerra junto a él, leyeron un solo texto suyo. José Martí escribía en el periódico Patria, escribía en La Nación de Buenos Aires, entre muchos otros, pero esos periódicos no se vendían en los estanquillos de Cuba. Es un hombre que se conoció después. ¿Y alguien podría negar la enorme influencia que tuvo Martí en el logro de la independencia, y en la guerra del 95?
Entonces, el hecho de que las personas no conozcan claramente tu trabajo no implica que la influencia de lo que haces no exista. Y esta comparación la hago porque estoy convencido de que hoy son muchos más los que leen a los periodistas independientes, a los bloggers alternativos, y que reciben de todos ellos una semilla de libertad, que aquellos que a finales del mil ochocientos recibían o leían los textos de Martí.
También te digo que en ocasiones se magnifica demasiado el rol de los intelectuales en los cambios sociales. Yo pienso que los intelectuales son una conciencia crítica de la sociedad, que tienen un papel importantísimo, pero que no son los agentes de cambio definitivo en la sociedad. La sociedad cambia porque tiene que hacerlo, porque los problemas están ahí y las personas se cansan de ellos, y entonces las soluciones aparecen de una forma u otra, tarde o temprano. Y la responsabilidad que tienen los intelectuales es innegable, pero ello no significa ni mucho menos que sin ti no pasan las cosas.
Fíjate, el Che Guevara escribió en 1962 un texto del que mucho se habla, un texto de estudio, titulado “El hombre y el Socialismo en Cuba”. Y cuando en ese escrito habla de los intelectuales cubanos, dice que el pecado original de los intelectuales era que no habían sido revolucionarios. Esa acusación no está totalmente despojada de verdad, porque en definitiva ninguno de los Origenistas, ni Alejo Carpentier, ni Guillén que estaba en el exilio, ni Alicia Alonso, ninguno de ellos hizo nada en el plano directo por la Revolución, nada contra Batista. Lo que ellos hacían era alimentar el alma de la nación. O sea, no habían hecho panfletos, ni disparado un tiro en la Sierra Maestra. Pero es que una nación que tenga el alma bien alimentada no soporta una dictadura…
Y durante mucho tiempo yo vi en esta acusación del Che Guevara un argumento válido, pero hoy cuando trato de establecer una analogía entre esta dictadura que tenemos y la anterior en la que los intelectuales tampoco participaron en su lucha, lo primero que me digo es “Reinaldo, tú no vas a pensar como el Che Guevara”. No voy a ser yo el que diga ahora que los intelectuales están cometiendo su pecado original de siempre, y no pelean contra lo que deberían.
Más bien se trata de que cada quien hace lo que está dentro de sus limitaciones, escoge sus propios caminos. Pero por mi parte cuando voy a ver una buena obra de teatro, o de danza, o voy a un gran concierto, y veo que ahí está un artista ratificando a la personalidad individual, que le está dando valores humanos a las personas, que está como diciendo “tú eres un individuo”, aunque no hable de las dificultades o no arremeta contra la dictadura, para mí está haciendo una acción contestataria. Porque un sistema de esta naturaleza no funciona con individuos, con seres humanos libres, sino que funciona con gente mecanizada, sin yo propio ni alma.
Para mí, basta con que los artistas e intelectuales alimenten esa sensibilidad individual, para que estén haciendo lo que sí es responsabilidad suya.
- Con respecto a las actividades que sí son francamente opositoras, Reinaldo: muchos de los cubanos que disienten de las líneas de dirección del Gobierno, sea total o parcialmente, no sienten respeto ni tienen confianza en la labor de los activistas y los partidos de oposición que existen en la Isla. No les dan credibilidad a sus acciones. ¿Qué criterio te merece a ti la oposición que existe hoy en Cuba? -
Reinaldo: Bueno, te voy a hablar en plural porque aun cuando tenemos coincidencias y divergencias en el pensamiento, aquí Yoani y yo sí coincidimos plenamente. Lo primero es que a la hora de autodefinirnos nunca lo hacemos como opositores. La autodefinición que empleamos, luego de mucho estrujarnos el cerebro en busca de la más precisa, es la de “ciudadanos independientes”.
Yo soy un ciudadano independiente. Soy un hombre que se ha negado a actuar de otra forma que no sea como actuaría un hombre libre. Si al Gobierno y a las autoridades del país donde vivo les molesta que yo me conduzca como un hombre libre, pues que me repriman. Pero tampoco me siento un opositor, porque para mí un opositor es alguien que tiene una plataforma programática, que tiene un partido, un objetivo político, y no es mi caso, o nuestro caso.
Yo soy un disgustado. Un inconforme. Pero no un opositor.
Ahora, el país está enfermo, y la oposición no tendría por qué ser su única rama sana. Citando esa frase tan completa de nuestro amigo Dagoberto Valdés, aquí ha ocurrido un profundo daño antropológico, que afecta a todas las esferas de la sociedad. Eso es cierto.
Sin embargo, y a pesar de que admitamos esto, no puede haber una oposición sana donde las personas, para ejercer su opinión discrepante tengan que hacer cosas prohibidas por la ley. Hace mucho tiempo yo escribí un artículo que se titulaba “Las espinas del dinero”, donde tocaba este tema y decía que no se puede hacer política sin recursos económicos, porque es imposible hacer política si tú no puedes imprimir un documento, viajar por el territorio, hacer llamadas telefónicas, contactar personas a través de Internet… La política cuesta dinero como cualquier otra actividad humana.
Este Gobierno prohíbe que se hagan gestiones económicas privadas para poder sufragar los gastos de la política, y entonces aquellos que están haciendo alguna actividad política se ven en la disyuntiva de 1. recibir financiación para hacer sus labores, o 2. renunciar a hacer política. De ahí que los grupos de oposición se vean obligados tarde o temprano a recibir ayudas que ¿de dónde vienen?, del único lugar de dónde podrían venir: de fuera de Cuba.
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Yoani: Como una vez Fidel Castro recibió ayuda proveniente de millonarios cubanos radicados en el exterior, pequeños grupos mexicanos, Carlos Prío Socarrás… Como antes había recibido ayuda José Martí, que había recaudado fondos para hacer política entre los tabaqueros de Tampa…
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Reinaldo: Entonces, el dinero inevitablemente ha envenenado las actividades de la oposición. Y lo ha hecho por la simple razón de que no hay posibilidad de tener cuentas claras como las tiene cualquier partido del mundo, sea o no de oposición.
Cualquier partido del mundo tiene unas finanzas transparentes, incluso con una página web donde publican “Acabamos de recibir 50 pfenings de la Fundación X”. Como aquí no existe la posibilidad de tener esa transparencia, la oposición se ha enfermado también con diversos problemas relacionados con el dinero.
Otro factor del que se habla mucho, y es cierto, es de la falta de unidad de la oposición. Nuestro país ha tenido un viejo padecimiento, histórico, que se llama caudillismo. Y fíjate lo que te digo: me consta que todos los opositores quieren la unidad, pero todos la quieren en torno a ellos. Y así no puede llegar muy lejos ninguna actividad política seria.
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Yoani: Mira, en un país donde hay un monopolio tan inmenso por parte del Estado de las leyes, de los medios de información, de la policía política (que siempre está en manos del Estado pero que en nuestro caso hay una desproporción muy grande entre el número de la población y el de personas que trabajan para la policía política, que es lo que en verdad es la Seguridad del Estado), en un país con estas características es muy difícil salir indemne a menos que formes parte del sistema. Es muy difícil hacer una labor de oposición, crítica, contestataria, y que no te destruyan socialmente.
Y lo que también vemos en la oposición es la sistemática labor de personas que se han infiltrado, que han minado muchos movimientos que eran espontáneos: los infiltran, crean conflictos preparados y terminan por destruirlos. Empiezan a tomar una serie de pruebas que no deberían comprometer la opinión pública pero que lamentablemente en un país tan desinformado sí la comprometen, como que se mete el dedo en la nariz, tiene el refrigerador lleno o es gay, y de repente presentan las supuestas pruebas en público para destruir la moral de estas personas a las que no se les da un minuto para defenderse.
Yo recuerdo otro acto abominable: la publicación de un libro llamado “El Camaján” para destruir la figura del opositor Elizardo Sánchez Santa Cruz, y paralelamente a esa publicación tenemos que esta persona está viva, que vive en esta ciudad, que su teléfono es de dominio público, y que es “protagonista” de un libro de más de cien páginas donde no se incluye un solo testimonio suyo. Eso para mí es un atropello legal, y sobre todo una vergüenza periodística: que un periodista firme un libro sobre una figura viva sin hacerle siquiera una entrevista a esa persona.
Otra cosa: desde hace muchos años aquí se han venido colocando en un mismo saco a personas cuyos trabajos, principios, y hasta métodos, son distintos, solo porque discrepan de las posturas oficiales. En el mismo saco del gobierno caben personas como Ventura Novo, Posada Carriles, y Yoani Sánchez. Y esto es aberrante. Tú no puedes poner en el mismo plano a Ángel Santiesteban, que desde la palabra ha hecho críticas, que ha contado historias muy duras de la realidad, de la Cuba carcelaria incluso, con una persona que hace una actividad política, o con un terrorista por el otro extremo. ¡No! La palabra es otra cosa. No puede medirse igual el que coloca una bomba y mata personas que quien escribe lo que ve o siente, o defiende con palabras aquello en lo que cree.
Y yo sufro en carne propia esa estigmatización. ¿Quién es Yoani Sánchez?, es una cronista que cuenta cosas que no nos gustan, así que Yoani Sánchez es una terrorista, es una mercenaria, es el diablo.
Con semejante maquinaria de difamación es demasiado difícil tener juicios objetivos sobre aquellos que hacen trabajos de oposición. Nos han envenenado demasiado la cabeza. Escuchamos cuando niños gritarles vendepatrias, gusanos, y después resulta que cuando puedes conocerlos personalmente descubres que se trataba a veces de personas inquietas, que alguna vez se habían puesto unos jeans o un arete. Por eso ya no permito que me afecte la propaganda negativa: trato de testear a las personas, saber si valen o no valen, pero hacerlo por mí misma.
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Reinaldo: En cuanto a la labor de esos partidos de oposición te pongo un ejemplo para analizar hasta qué punto están asfixiados de libertad y de derechos. Yo no creo que los Estados Unidos sean un modelo perfecto de democracia, creo que tienen muchos problemas aún, pero a mí siempre me llamó la atención que el presidente Nixon tuvo que renunciar porque se descubrió que había mandado a espiar la sede del Partido Demócrata en Watergate. Imagínate tú entonces cómo es admisible que aquí sea de conocimiento público que este Gobierno tiene un aparato diseñado para infiltrarse en los partidos políticos de oposición, y lo que allá le costó la presidencia a Nixon aquí se vea como algo muy normal, muy justo.
Yo me paso la vida diciendo que si tuviera un día la oportunidad de estar 5 segundos frente a las cámaras de la Televisión Cubana, sé muy bien lo que diría. Fíjate que hay que tener preparado lo que vas a decir por si esos 5 segundos llegan algún día. Incluso tengo mi discurso reducido a 3 segundos. Ese discurso de 3 segundos sería solamente: “Despenalicen la discrepancia política”. Es todo.
Cuando tú despenalizas la discrepancia política de entrada tienes que desaparecer la policía política, como una vez sucedió aquí con el personal destinado a perseguir y detener a quienes tenían dólares cuando estos estaban prohibidos en Cuba. Incluso yo tuve la curiosidad de guardar el Decreto Ley que despenalizaba la tenencia de dólares, que se hizo público un 13 de agosto, por cierto, y entre las razones que se incluyen en el preámbulo para justificar esta despenalización, decía algo así como “para liberar la carga de trabajo de la policía y los tribunales que se ocupaban de este delito”. Es decir: no presupone que la gente debe tener derecho a la tenencia de cualquier moneda, sino que es más bien para ahorrarles trabajo a los perseguidores de estas ilegalidades.
De igual manera el día que despenalicen la discrepancia política, todo eso que se llama Sección 21, o como les llamen en sus códigos internos, tendrán que dedicarse a cosas más útiles como perseguir narcotraficantes o proxenetas.
En mis fantasías, cuando se decretara la despenalización de la discrepancia política lo primero que pasaría es que nos vamos a enterar de dónde está la oposición de verdad. ¿Por qué? Pues porque para ser opositor hoy en Cuba hay que tener una cierta dosis de irresponsabilidad. Incluso para hacer lo que nosotros hacemos hay que ser un poco irresponsables, porque uno sabe que está poniendo en peligro la estabilidad de su familia, de manera inmediata.
Si uno no tuviera que arriesgar la estabilidad de su familia para realizar algún tipo de actividad política contraria a la del Gobierno, eso encauzaría a personas de otra naturaleza dentro del trabajo político. Y eso le daría aire a la oposición, no estaría solamente compuesta por personas kamikazes, arriesgados en extremo, sino por individuos comunes y corrientes.
Y cuando te hablo de permitir la discrepancia política lo llevo al extremo de que yo quiero ver en las cámaras de Cuba, en los medios de comunicación, a una persona defendiendo la postura de que Cuba debe ser anexada a los Estados Unidos, cosa con la que no comulgo y que me parece una atrocidad. Pero cuando yo vea a un individuo con una bandera americana enlazada con la cubana, defendiendo esta postura, ahí yo voy a decir “ahora sí se despenalizó la discrepancia”. Y entonces el señor que es profesor de Economía en la Universidad, que tiene un documento elaborado durante diez años que presenta un programa socialdemócrata, va a decir “bueno, si al anexionista lo dejaron expresarse sin que fuera a prisión o sin perder su trabajo, ya yo puedo decir lo mío sin correr esos riesgos” y será que nos enteraremos de los verdaderos programas alternativos.
Por eso es tan importante que exista la posibilidad de discrepar sin costo alguno. Porque además del derecho que tiene el ser humano a expresarse con libertad, van a empezar a aparecer las soluciones a casi todos los problemas.
(Evidentemente han llegado, ambos, al punto medular de sus ideas. Se mueven en este diálogo como peces en el agua.)
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Yoani: En este país hay slogans que se repiten mucho y uno debe aprender a defenderse de ellos. A mí me dicen “Tú no planteas soluciones”, y mi respuesta es que yo no soy especialista en nada. Si acaso miro la realidad y a partir de impresiones epidérmicas voy formándome criterios sobre todo. Pero no tengo las soluciones porque no soy especialista en Economía, ni soy Licenciada en Agricultura, ni sé como avanzar en la Bioquímica. Pero sí tengo un Abracadabra que no falla: “Dejen opinar a la gente y las soluciones aparecerán”. No las tengo yo, pero sí sé por dónde vienen. Porque como mismo yo puedo tener algunas soluciones para el uso de Internet aparecerá otro que tiene una solución para que las cafeterías no estén llenas de moscas y sin productos que vender, o para que la agricultura produzca lo que hace falta.
Por tanto yo creo que ese llamado a la “crítica constructiva”, que si no aportas soluciones no hables, es una manera de decir “Confórmate y cállate”.
Miro de soslayo mi reloj: llevo dos horas frente a estas dos personas. La noche ha avanzado, por un instante siento un poco de vergüenza de robarles tanto tiempo. Están en su casa, quizás tengan mucho por hacer. Sin embargo, algo me hace abandonar esta idea: han hablado varios minutos cada uno, y lo han hecho con visible placer. Marco en mi bloc (que no blog) la última pregunta, con algo de pesar en el gesto: si por mí fuera, desde el balcón me sorprendería el sol conversando…
- Finalmente Yoani: por muy paradójico que parezca, si tú no vivieras en este país probablemente no tuvieras el nombre internacional que tienes. Ha sido necesario que tengas un molino de viento contra el que luchar, para que seas la Yoani que hoy eres. Mi pregunta es: ¿habrías estado dispuesta a seguir en el anonimato, a renunciar a la “ciber-fama” a cambio del país soñado? -
Yoani: Si yo viviera en Estocolmo tendría un blog profundamente crítico –reacciona de inmediato, no tiene que pensarlo-, porque esto nace de mis inquietudes como persona, es mi esencia. Desde niña he vivido cuestionándolo todo, preguntando acerca de todo.
Con respecto a Yoani Sánchez y a Generación Y se han cometido sucesivas torpezas que han venido a aumentar el fenómeno mucho más de lo que lo han alimentado los premios y reconocimientos internacionales. El hecho de que Fidel Castro me dirigiera una andanada de insultos en el prólogo del libro “Fidel, Bolivia y algo más” pienso que me catapultó mucho más que el Time. El que mi nombre se haya convertido en una combinación de letras prohibidas en las instituciones ha alimentado el placer de lo vedado, que es inmensamente subyugante. Yo no tengo la culpa ni de una cosa ni de la otra. Creo que no comprendieron el fenómeno a tiempo. No se dieron cuenta de que estaban manejando un material profundamente explosivo como es la Internet, donde tú puedes insultar a una persona pero lo único que eso hace es generar hits en los servidores. Aumentar las entradas en Google.
Yo me lo he tomado muy Zen. Nunca he respondido ataques: el que se excusa se acusa y no es mi tónica. Pero eso también les ha molestado más y han seguido aumentando la parada con los insultos, y de paso generando más hits. Así que el fenómeno se les fue de las manos. Yo aproveché eso, ¿cómo?, publicando más, atreviéndome más, porque mi fin último en verdad es comportarme algún día como una persona libre. Combinar la Yoani virtual con la real, y que cada una sea más honesta que la otra. Y aprovechando ese montón de torpezas fui emparejando lo que pensaba con lo que hacía.
Claro, el escudo protector no es inmune. La vida lo demuestra. Un buen día me meten en un Geely y me sueltan cuatro garnatones. Otro día me amenazan o amenazan a alguien de mi familia, a eso no soy inmune. Pero de todas formas creo que el fenómeno blogger se les ha ido de las manos. Estamos hablando de nano-blogs y micro-blogs a través de Twitter. Yo con 140 caracteres puedo llegar a un millón de personas. ¿Y qué hacen los censores ante eso?, te meten en prisión, te quitan el móvil, ¿y qué? De pronto viene alguna persona a visitarme un día (porque al menos un día tienen que darme una visita) y yo le dicto 40 twitters al oído, esta persona sale y vía telefónica se lo dicta a alguien que lo cuelga en Internet…
Con eso qué te digo: que han envejecido ellos y sus métodos. Quieren enfrentar los fenómenos actuales con las mismas vías de antaño, cuando lo único que logran es el efecto contrario. Es más: esta semana yo podría no publicar nada, pero solo con los insultos que publican sobre mí ya Google se refresca de cosas nuevas que tienen que ver conmigo.
- De todas formas – le interrumpo
- quiero puntualizar mi pregunta: si el gobierno materializa esa aperturas necesarias, si esta realidad cambia, si cada quien puede decir lo que quiera, entonces probablemente Yoani Sánchez se diluya. El mito desaparece. Como protagonista de ese mito, ¿lo aceptarías gustosamente? -
Yoani: Chico yo tengo muchos deseos de regresar a mi jardín. Quizás a mi vida anónima. Me encantaría ver a los Pinos Nuevos crecer y ganar espacios y notoriedad por sí mismos. Pero de todas formas me conozco, y como testaruda genética que soy, sé que en una Cuba plural habrá mucho que hacer igualmente. Y la palabra tendrá mucho que hacer. Habrá mucho trabajo para señalar al poder y decirle “Cuidado, los ciudadanos necesitan respeto. Tienen derechos”. Esto, sea el gobierno socialdemócrata, liberal, o el que sea, siempre harán falta las voces críticas. Y Yoani Sánchez seguiría en esa dirección, quizás ayudando a unos amigos a fundar un periódico, abriendo una Academia Blogger que no esté prohibida, pensando en cómo mejorar el país en que vivo. Pero no necesito de la confrontación para existir. Yo existo como persona antes y después de la confrontación y me encantaría no tener que sentir la bota sobre mí para poder entonces de manera más desahogada, crear, escribir, expresarme sin el constante miedo de ser descabezada o asesinada socialmente por ello.
Mi blog es mi diario, y bajo cualquier sistema o gobierno yo tendría un diario así. Es un diario donde la persona que va leyendo va reconstruyendo este ser que se llama Yoani Sánchez, con sus dudas, sus arranques, con sus vísceras afuera. Y en esa esencia que muestro en Generación Y, el lector puede decir “Sí, esta persona puede tener sus frustraciones, puede tener sus contradicciones incluso, pero esta no puede ser una mala persona”. Eso sí me importa de verdad. Que aquellos que me lean descubran que una persona que quiere el bien para su país, para su hijo, para sus seres conocidos y desconocidos, no puede ser una mala persona.
Y que no solo desea ese bien, sino que lo está buscando. Por su camino, que ciertamente puede ser muy subjetivo, muy equivocado, pero que contra todo y contra todos, al menos lo intenta.
IV.
Un frío maniático para esta Isla tropical me obliga a guardarme las manos en los bolsillos del sweater. Camino despacio por la amplia avenida que en breve me enseñará la estatua de José Martí, en la Plaza de la Revolución. A lo lejos refulge la imagen de Camilo Cienfuegos sobre la fachada de un edificio, y a su lado, desde décadas atrás, la del Che Guevara.
Camino con un poco de melancolía dentro. Una melancolía vaga, inexplicable si se quiere. Acabo de tener una conversación que recordaré por mucho tiempo, debería estar feliz, y sin embargo no lo estoy.
He conocido a dos cubanos de carne y hueso, de ideas discutibles, pero innegablemente propias. Un matrimonio que me presentó a su hijo, a su perra, a su mundo interior compuesto por cuadros en la pared, libros en una estantería, plantas colgando del techo, paz y mucho amor. Ellos no necesitaban esta entrevista, pienso. Ellos no necesitan, a estas alturas, ninguna publicidad en su concepto más amplio. ¿Por qué me han abierto sus puertas, por qué han hablado por más de dos horas con un periodista de veinticinco años al que no conocen, que no tiene el más mínimo renombre, y al que difícilmente vuelvan a ver en persona? Porque son seres humanos, me digo. Porque asomándonos al abismo donde tantas veces yacen los inconformes, los rebeldes, los cuestionadores; mirando con buena fe y no con el corazón podrido de veneno, de rencillas, de odios acumulados que muchas veces no son nuestros, odios que nos han inyectado o hemos adquirido por vías respiratorias; acercándonos, en resumen, al hombre y no al concepto que una televisión nos ha edificado contra nuestra voluntad, muchas veces es esto lo que encontramos. Simples seres humanos. Como yo. Como todos. Dos cubanos nacidos bajo el mismo sol, en la misma tierra que yo y que sus enemigos. Un par de seres llenos de contradicciones, de errores, de vicios por subsanar. Pero en el fondo, ese fondo que bien sabemos que existe, un par de cubanos que han aprehendido para sí el verdadero concepto de Patria, y que aman, por sobre todas las cosas, eso que en nuestro idioma se llama Libertad.
Y ahora, ni el frío ni la distancia que debo recorrer a pie, consiguen borrarme la leve tristeza que llevo dentro, por comprobar que un Gobierno, un sistema, apenas un puñado de personas, han enfermado mi país. Nos han enfermado a todos un poco. Han enfermado la esencia de unos hombres que a ratos no son hombres sino androides, y que no se mueven con amor y respeto, sino con el combustible de lo violento, de lo cobarde. Cubanos que no han cesado de excluir, de herir, de estigmatizar a otros solo porque sus ideas son distintas. Y que han conseguido, a su vez, infectar con el virus del odio a tantas personas desprotegidas, con cerebros fáciles de corromper. Personas que el día de mañana gritarán improperios en una marcha pública, ofenderán, amenazarán, lo mismo a mujeres pacíficas que en nombre de sus hijos y esposos presos caminan de blanco, con un gladiolo en la mano, que a una blogger de pelo largo que en las mañanas lleva a su hijo a la escuela. Una blogger con la que se puede diferir o comulgar, cuya línea estética o ideológica puede analizarse desde mil puntos de vista diferentes, pero que en esencia no deja de ser una mujer, una cubana como nuestras madres o hermanas, un ser humano a quien se le debería respetar su sacro derecho a la inconformidad.
Y regresa, inevitable, mi pregunta: ¿Existen límites para una campaña de difamación, para un movimiento de odios? Y ahora, feliz con mi tristeza, flotando como un zombie por esta avenida silenciosa en la medianoche, con las voces de Yoani y Reinaldo resonando aún en mi cabeza, no puedo evitar responderme, casi en voz baja: Sí existe. En el instante en que cruzas la barrera, que rompes el maleficio y tocas a una puerta donde una banderita con la inscripción “Internet para todos” te recibe; en ese preciso segundo en que resuelves conocer a tu vecino en persona, del que tantas cosas malas dice la radio, ahí estás limitando para siempre el alcance de los odios. Estás desterrando el influjo de las calumnias. Y estás siendo (como me siento en este segundo en que camino junto al inmenso Martí de la Plaza de la Revolución), libre como algunos habrían querido que jamás lo fueras.