MARÍA SANTOS, LA HABANA.
En el mundillo de las amistades de Reinaldo Arenas le decían La Comunista. Luego de más de cuatro décadas, Tomás Fernández Robaina —Tomasito en clave afectiva— destapa la mezcolanza de recuerdos y testimonios, aderezados con pizcas de ficción, que provocó su amistad por cerca de veinte años con el autor de El mundo alucinante, a quien considera el enfant terrible de la literatura cubana.
En una sala Villena atestada de amigos, diletantes, curiosos con cámaras de video, un par de premios nacionales de literatura, críticos y ningún alto cargo de la UNEAC, Fernández Robaina, La Habana, 1941, presentó Misa para un ángel, un texto que le "llevó muchos años escribirlo", a ratos "alucinante", redactado bajo el lema de "ser sobre todo honesto con uno mismo para poder serlo con los demás".
"Reinaldo y yo fuimos muy buenos amigos [ambos trabajaron juntos en la Biblioteca Nacional en los años sesenta], tuvimos discrepancias, a mí en el grupo de aquella época me llamaban La comunista, porque defendía ciertos puntos de vista de mi generación, pero por esas discrepancias no llegamos al punto de dejarnos de hablar, de salir juntos", dijo el autor, quien prefirió auxiliarse de un par de jóvenes para la presentación del libro, editado por la casa Unión, para ejemplificar la imantación de Arenas en las nuevas generaciones.
En esa función, Carlos Velazco presentó unas arrojadizas notas al auditorio, entre las que se hallaban la tía y primas del escritor maldito, nacido en 1943 en una finca rústica cerca de Holguín, ciudad a la que el narrador recriminaba su mediterraneidad.
"Se va a hacer una presentación en la UNEAC, el mismo sitio donde un día marginaron a Reinaldo", leyó el joven investigador, aludiendo a la incredulidad de muchos sobre el acto. Seguidamente disparó un retrato del homenajeado.
"No se le perdonan ciertas cosas a Reinaldo Arenas, su militancia política, su abierta homosexualidad, sus injurias, pero sobre todo cuesta perdonarle su enorme talento, su entrega sacerdotal a la literatura y su éxito. No es muy fácil digerir que aquel hombre sin cátedra alguna, para colmo separado de la escuela de letras, que escribía salvajemente, con errores ortográficos en sus primeras novelas, escasamente pulido siempre, sea uno de los más grandes escritores cubanos de todos los tiempos".
Según Velazco, los "sueños raros de Tomasito son manifestación de una característica común a todos los que en su generación compartieron el mismo ambiente de Reinaldo Arenas. Se trata de seres inadaptados, frágiles, marcados por una experiencia traumática con la historia que fracasan al atreverse a ser ellos mismos en su búsqueda desenfrenada del placer".
Esa retorcida relación con la historia y el poder, el propio Tomasito la describe como la pertenencia a una generación de paranoicos. "Los de mi generación nos criamos con una paranoia, de que esto no se puede decir, de que esto sí se puede decir. Mi libro El negro en Cuba, estuvo diez años para que se publicara. Recuerden que en los años sesenta uno iba a las cafeterías y aquello parecía un diálogo de sordos o de mudos, y no hablábamos de lo que teníamos que hablar, porque tú eres confidente y tú me vas a echar pa'ante [denunciar]".
En uno de los pasajes de Misa para un ángel, un libro en el que el autor igualmente narra la tortuosa evolución de una Cuba postsoviética, se observan los excesos del poder y la actuación de una justicia comprometida con la parcialidad política de un Estado homofóbico durante el juicio seguido a Arenas en 1973, bajo cargos de abuso sexual en una playa habanera.
"De nada valió alegar la verdad, nada pudo demostrar que toda esa acusación era falsa, que se hacía para ocultar el robo del cual habían sido víctimas, no victimarios. La Policía Nacional Revolucionaria, siempre atenta a velar por los valores del 'hombre nuevo' que estaba surgiendo, no tuvo duda en darles la razón a los aparentes portadores de aquellos valores, ejemplos que debían seguir otros, por la manera tan honesta, viril, cívica que asumían para combatir las debilidades y los lastres heredados de la burguesía, que también, y no por casualidad, eran condenados por las iglesias cristianas. Y así fue. Y así se dijo. Y así se condenó a dos años de prisión al ciudadano Reinaldo Arenas Fuentes".
La extensa obra de Arenas, quien en apenas un cuarto de siglo escribió más de veinte libros, incluyendo diez novelas y numerosas historias cortas, poemas y obras de teatro, falta en las librerías y bibliotecas de la Isla, donde en 1967 fue publicado el único de sus relatos:Celestino antes del alba.
El mundo alucinante, de 1969, considerada su mejor obra, y El palacio de las blanquísimas mofetas, de 1975, que ahora mismo puede comprársele a precio de oro a los libreros informales de la Plaza de Armas, son los dos siguientes libros concebidos en Cuba, de donde escapó en 1980, durante el éxodo de Mariel, bajo el subterfugio de otro nombre y la ignorancia de los funcionarios de emigración.
Sin embargo, pese al ostracismo editorial, Tomás Fernández ve signos de cambios y aperturas. "Quién podría pensar que el debate racial en Cuba ha llegado al punto que ha llegado, quién podría pensar que alguien podría hablar de Reinaldo Arenas y estamos hablando y entonces esto son señales de los cambios". Y en su magnanimidad, reclama más. Pide el perdón para los culpables de nefastas políticas internas.
"Hay que perdonar, hay que comprender los errores, y hay que perdonar a aquellos que fueron injustos con nosotros, hay que demostrar que la condición humana del hombre es superior a la de nuestros verdugos". El resto fueron aplausos.