viernes, 20 de mayo de 2011

HOMOFOBIA OFICIAL CUBANA.

DIARIO DE CUBA.
 
¿Cuánta homofobia había en Cuba antes de la revolución y cuánta hay ahora? ¿Es la doble moral de los gays peor que la del resto de los cubanos?

Estos travestis, transgéneros, homosexuales, lesbianas, que arrollaron en la conga, entre banderas gay, del brazo de Mariela Castro y apoyando al régimen que los secuestra, sólo practican la doble moral, la misma de los que aplauden cuando les comunican el cierre de su centro de trabajo; de los que desfilan el 1 de Mayo dando vítores a la revolución y, al terminar el desfile, se van al Malecón, a buscarse unos dólares como sea para alimentar a sus familias.

Ante algunos airados comentarios en DIARIO DE CUBA sobre la insólita conga, me pregunto: ¿Se hubieran indignado tanto estos lectores ante un desfile de vírgenes, bomberos o levantadores de pesas que apoyaran al régimen? La homofobia se rompe, pero cuesta trabajo.

Debemos distinguir entre la homofobia social y la institucional practicada en Cuba por la revolución.

Fidel Castro, veterano camaleón, trató de justificar recientemente la suya: "Fui homofóbico porque los cubanos lo eran". ¡Tamaña mentira! Cierto que la loquita del batey tenía que escapar al anonimato de la ciudad; que la madre de origen español no apoyaba a su hijo mariquita, y el cura, desde el púlpito, y el masón, desde la logia, lo condenaban. Pero en los barrios de las ciudades, en los bembés de los negros, y en los cientos de clubes de La Habana de la República, a la contenta todos la invitaban a la fiesta.

En las constituciones de 1902 y 1940, y en los códigos penal y civil de Cuba republicana, no se mencionan los términos homosexual, afeminado, ni lesbiana. En los años cincuenta (cuando en New York y París la homosexualidad era un delito castigado con cárcel), en La Habana había una docena de clubes para parejas del mismo sexo: La Cuevita, Los Troncos, El Intermezzo, El Saint Michel, El Gato Negro, y el popularísimo Usero Bar, de la Avenida del Puerto, del cual no salían el dramaturgo Tennessee Williams, Montgomery Clift, Errol Flyn y muchos famosos de la época.

Una Habana donde en el cabaret Night and Day (a la 1.00 a.m. tocaba el Benny Moré) el primer show era de trasvestis (se les decía transformistas), doce maquilladísimos modelos y dos vedetes: Omar Ferrán y la China Musmé, portadas de la revista Show y estrellas de televisión. Y ni hablar de los bares tugurios de Luyanó; del flete homosexual en las aceras de la tienda La Sortija; en los portales de Infanta, Reina, Galiano; en los muelles del Puerto, y en las laderas del Castillo del Príncipe. La Habana de los cincuenta invitaba a la diversidad sexual.

Pero la desinhibición no solo se veía en la capital. En Santa Clara (donde Mariela exhibe la discoteca El Mejunje como un logro del CENESEX), en los años cincuenta, existían varios clubes para homosexuales: El Frío Bar, El Club 104 y el Bar 8A, desde donde madrugadoras parejas se dejaban rodar hasta el río Ochoa, "a nadar". Nada de esto conocen los homosexuales villaclareños. No tienen por qué conocerlo. Nacieron con la revolución.

La homofobia oficial.

La homofobia se hizo política de Estado el 13 de marzo de 1963, cuando Fidel Castro arengó a los estudiantes en la escalinata de la Universidad de La Habana: "Esos pepillos que andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, han llevado su libertinaje a extremos de ir a sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides... Que no confundan la ecuanimidad de la revolución con debilidades de la revolución. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones". Y sentenció el Comandante en Jefe: "Observé siempre una cosa, que el campo no daba ese subproducto". De ese monstruoso razonamiento surgirían, en 1965, las UMAP.

Pero cuando les cuentan a los congueros de Mariela que hace 46 años existieron en Cuba campos de trabajos forzados para homosexuales; que los expulsaban del magisterio, de la televisión, de los grupos teatrales, de las universidades, para que no contagiaran con sus depravaciones al "hombre nuevo"; que en 1980 las turbas revolucionarias apedrearon sus casas, vociferando "¡Qué se vayan, los maricones!", les sucede lo que a mí cuando me hablaban de los crímenes de Machado. ¡No les interesa! Su problema es que los botaban del portal del cine Yara por "afocantes" y no los dejaban dar fiestas privadas cobrando la entrada y, "por ahora", Mariela los autorizó a fiestar a cambio de arrollar en una conga donde llevaran de farolas las fotos de Fidel y Raúl Castro y pidieran libertad para los cinco espías.

Estos trasvestis, transgéneros, lesbianas, homosexuales, que arrollaron en la conga con la hija del general, solo practican la doble moral imperante en Cuba. No tienen la culpa. Crecieron en una economía de guerra, aprendieron a mentir para sobrevivir. Son víctimas de una absurda revolución. Como tú y como yo, amigo lector.

3 comentarios:

kreul dijo...

gracias por este texto.

Aurelio dijo...

Magnífico....Debe traducirse y enviarse al mundo...yo recuerdo los padres ir a mi casa cuando yo era niño a ver a sus hijos abriendo las calles a base de pico y pala, porque sus hijos habían sido forzados al UMAP) estos padres escondidos detrás de las persianas de mi casa trataban de hacerles llegar con los niños del barrio un pedazo de pan con algo, incluyendo uno para los jefes y así subordinarlos..!

Gracias por escribir!!!

cubanoantetodo dijo...

Gracias por este comentario. es la pura verdad. La doble moral es el "modus vivendi" de una nacion encarcelada en si misma. Ahora sey gay es para Mariela una manera de ser revolucionario...lo que tenemos que ver!!!!