El pasado 2 de julio falleció, en la ciudad de Miami, María Cristina Herrera. Su muerte ocurre cuando más fuerza y vigencia tienen para Cuba la necesidad del diálogo y la reconciliación, camino que ella contribuyó a abrir de manera meritoria.
Desde muy joven, en su natal Santiago de Cuba, estuvo vinculada a la Acción Católica. Luego del triunfo revolucionario de 1959 militó en el opositor Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), hasta su partida al exilio en 1961. María Cristina Herrera, junto a un grupo de valiosos compatriotas, fue la fundadora del Instituto de Estudios Cubanos (IEC), importante institución que desde el exilio ha promovido las reflexiones y los análisis sobre Cuba. Pero acaso el mérito mayor de estos cubanos nucleados alrededor del IEC haya sido su apuesta por el diálogo sereno y respetuoso, en momentos en que dicha actitud era considerada por sectores del exilio como “alta traición”, e incluso podía pagarse con la vida. Fue ella un actor importante en el llamado “Dialogo del 78”, que resultó en la liberación de 3,600 presos políticos cubanos y en el restablecimiento de los contactos entre la comunidad cubana emigrada y nuestra Isla.
Tuvo María Cristina Herrera dos grandes pasiones en su vida: Cuba y la Iglesia. Es por ello que en el marco de la celebración en La Habana de la X Semana Social Católica, y por iniciativa del profesor Carmelo Mesa-Lago (miembro fundador del IEC), el cardenal Jaime Ortega Alamino, varios Obispos, laicos y los organizadores de la Semana Social, firmamos uno de los programas del evento para obsequiárselo a María Cristina, ya en ese entonces hospitalizada. Los miembros del IEC tenían planificado reunirse al día siguiente del regreso del profesor Mesa-Lago a Miami para informarse sobre las sesiones de trabajo de la Semana Social. Esa reunión no pudo realizarse debido al agravamiento de su estado de salud. El documento, firmado por los católicos de la Isla, ha sido colocado simbólicamente en su féretro.
El Consejo Editorial de la revista Espacio Laical se suma a las voces que desde dentro y fuera de Cuba han manifestado pesar y dolor ante tan sensible pérdida. La gestión académica y política de María Cristina Herrera y sus colegas del IEC es parte inseparable del patrimonio de la nación: dar a conocer este quehacer a las nuevas generaciones de cubanos es una empresa intelectual inaplazable que debe ser asumida con pasión.
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