Por:Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba.
(www.cubanet.org)
Que los caballos usen orejeras es natural. Pero que un ser humano lo haga para no ver lo que ocurre a su alrededor, no lo es.
Antón Arrufat, uno de los escritores cubanos que las autoridades consideraron “disidentes” y marginaron durante los años sesenta y setenta, dijo recientemente en Miami que jamás ha visto una dama de blanco, refiriéndose a las célebres Damas de Blanco que se organizaron en La Habana en 2003, cuando sus esposos, padres o hermanos fueron a prisión.
Estoy segura de que no miente el autor de Los siete contra Tebas, obra cuya escritura le costó largos años de ostracismo, cuando afirma que nunca ha visto una Dama de Blanco caminando por la ciudad: Ha visto a muchas.
Las Damas de Blanco no caminan por separado, sino juntas, y por lo general, siempre son más de treinta. ¿No será que Antón las confunde con santeras o con miembros del Ejército de Salvación?
Una vecina que trabaja en la Rampa, en el Vedado, siempre me comenta cuando las ve pasar. Al principio, hace ya siete años, me contó que las confundía con santeras, que también se visten de blanco, pero que luego observó que no tenían collares de colores, ni se tapaban la cabeza. Mi amiga, como la mayoría de los cubanos, ya sabe bien que se trata de mujeres que reclaman la libertad de sus familiares, opositores pacíficos y periodistas independientes injustamente condenados a largos años de prisión.
Antón Arrufat, de visita en casa del enemigo, imitando a sus jefes comunistas, habló a nombre de los doce millones de habitantes de la Isla, cuando aseguró que éstos tampoco habían visto a las Damas de Blanco por las calles de la capital.
Ché Guevara, en su librito El socialismo y el hombre en Cuba, expresó con claridad el desprecio que sienten nuestros comunistas por los intelectuales al escribir: los intelectuales no son auténticamente revolucionarios. Esto no parece afectar a Arrufat.
No tengo nada personal contra Antón, ese ser etéreo de sonrisa enigmática que, en tiempos peores para él, he visto deambular por las calles habaneras como un pobre diablo y con el que compartí tantas reuniones, asambleas, recepciones y decepciones allá por los años sesenta y setenta.
Si ahora escribo sobre él, o contra él, es por la sorpresa que me produjo leer lo que dijo en Miami. ¿Será, Antón, que no las has visto a las de blanco, precisamente porque se trata de damas? Recuerda que eso de obviar a las damas te acarreo a ti, y a muchos otros amigos intelectuales, bastantes problemas con los mismos dictadores que ahora defiendes. ¿Es que acaso lo has olvidado? Piensa que quizás un día puedan volver por ti.
martes, 13 de abril de 2010
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