Por:Martha Beatriz Roque Cabello
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - No sólo de pan vive el hombre, también necesita otras cosas, materiales y espirituales. En Cuba, la sociedad ha acumulado una gran cantidad de carencias de todo tipo, y durante el transcurso de estos años difíciles de totalitarismo ha cambiado de forma negativa sus costumbres y cualidades morales. Hay que recordar que hubo un momento de clímax, en el que la gradación ascendente, llegó al colmo del extremismo: “la Constitución hacía ateo al pueblo”.
La necesidad espiritual que tiene el cubano promedio, y en particular la juventud, se puede catalogar de inmensa. La degradación que ha sufrido el lenguaje, los gestos corporales, la forma de vestirse e incluso el alto nivel de prostitución por unos pocos pesos y “pacotilla”, es preocupante, y se convierte en uno de los mayores retos a solucionar cuando se produzca un cambio hacia la democracia. No habrá problema económico o político que supere la responsabilidad de los que gobernarán el país, en lo que respecta a la devolución de todo lo que en ese sentido ha perdido la sociedad, y específicamente las tres últimas generaciones.
La familia cubana está necesitada en estos momentos de un lugar donde pueda considerar seguros a sus hijos, en especial aquel en que reine un ambiente de moral y tranquilidad, donde las relaciones entre los jóvenes sean mucho más importante que el sexo.
La Iglesia Católica está ofreciendo este tipo de ayuda, pero todavía limitada. Y no es porque los sacerdotes que predican el evangelio en ella -a pesar de ser pocos- no hagan un gran esfuerzo, pero la alta jerarquía de la iglesia no ha acabado de romper con el compromiso político con el régimen, quizás por temor o por simpatías. Se han dado pasos positivos, y en los templos se trabaja con la juventud y la niñez. Los adolescentes e infantes que asisten al catecismo sobresalen en cualquier lugar que se encuentren por la gran diferencia con el resto de condiscípulos de sus mismas edades.
La iglesia les enseña a vivir en el amor a Dios y al prójimo, lo que contrasta con el ambiente hostil que en estos momentos respiran los jóvenes en las escuelas y en los lugares que escogen para divertirse, que cada vez son menos y que en no pocas ocasiones atentan contra la decencia.
El gobierno ha inyectado en el corazón de tres generaciones, a través de los Comités de Defensa de la Revolución, de otras organizaciones de masas y políticas y de los discursos de sus dirigentes, el odio, la antipatía y la “chivatería”, que no es más que la denuncia a cualquiera que no coincida con el régimen, lo mismo en actos públicos que privados, también puesta en práctica para obtener beneficios sobre otras personas. En estos momentos los estudiantes se delatan unos a otros, ya que para conseguir las pocas plazas que se otorgan para continuar estudios universitarios, no importa tener un buen expediente académico, es imprescindible la participación en actividades políticas y distinguirse en organizaciones como la Federación de Estudiantes de Enseñanza Media y Unión de Jóvenes Comunistas.
El ejemplo más fehaciente son las turbas que componen las brigadas de respuesta rápida, personas de baja calaña utilizadas por el régimen para reprimir a la oposición pacífica.
También se vincula a este proceso el hecho de que los hijos no puedan ser como los padres y se les imponga ser como Ché Guevara. ¿Qué características positivas tenía ese hombre que recorría el mundo en busca de aventuras? A partir de una foto se ha querido hacer un héroe, un paradigma de quien sólo es un mal ejemplo a seguir.
Es imposible para cualquier padre no permitir que su hijo sea pionero, que use los atributos de esta organización, negarse a hacerlo cuesta caro. Una de las pocas excepciones son los Testigos de Jehová, que no consienten que los niños tengan ningún vínculo político en las escuelas.
Esta es una semana especial, en la gran mayoría de los países, en Cuba es solo tiempo de alza turística. No va a ser posible el recogimiento para los que profesan la religión católica, porque habrá música, esa a la que está acostumbrado el cubano promedio, y que acaba con los oídos de cualquiera.
¡Qué bueno sería que al igual que se considera feriado el día del nacimiento de Cristo, también lo fuera la fecha de su muerte, el Viernes Santo! Que la gente no tuviera que ir a trabajar, que los niños y adolescentes tuvieran un día de meditación y ensimismamiento sobre la pasión y muerte de Jesús, que los templos estuvieran llenos, para vivir esos momentos, que van desde los ramos del domingo, el Vía Crucis, la última cena, la Pasión y la vigilia Pascual, hasta la Resurrección.
También para este pueblo tan necesitado de libertad, Semana Santa constituye un ejemplo. Con la perseverancia se puede llegar a alcanzar lo que se quiere, incluso aunque cueste la muerte.
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