martes, 24 de agosto de 2010

Iván, el Terrible.

LUIS FELIPE ROJAS, HOLGUÍN.

CUBAENCUENTRO.

Conocí a Iván de la Nuez un día de febrero de 1998. Fue en Holguín; él no estaba, pero alguien nos regaló un catálogo de una exposición que había curado en Barcelona. Ya lo había leído apresuradamente y con fiebre en La Gaceta de Cuba varias veces. Pero ahora me llagan (quise decir me llegan) envueltos en un nylon coloreado, tres de sus libros. Tres mensajes, tres consejos, tres cartografías literarias para andar sin miedo, o por lo menos de la mano de alguien que te llevará seguro a la desazón que vivimos hoy. Por dónde vinimos, y quién nos trajo hasta esta catástrofe que es la Cuba del postcomunismo, son respuestas que se hallan agarradas como lapa a las hojas de estos libros.

De ellos, me interesa su bitácora más atrevida, el libro El mapa de sal, ahora, casi diez años más tarde, reaparecido en la editorial Periférica. Después de una década dándole la vuelta a los ojos de los lectores en el mundo global, llega a un oscuro rincón de provincia en esta Isla. Son así las paradojas, los asideros, los destinos. Como De la Nuez se propone desmontar el mito de la insularidad y la supuesta identidad nacional, desmontarlos, en el sentido de descubrirlos, quitarles el velo, la lentejuela y la falsa pose hierática, entonces se lanza a reconstruir sobre la propia sal las ruinas de lo que somos hoy. Se trata de unos ensayos magníficos.

Matías Pérez, el legendario personaje habanero; el Himno Nacional atravesado de insinuaciones a la individualidad y no como una marcha bélica y gremial; además del referente importado del Ché Guevara, desfilan desnudos ante la prosa cínica, desalmidonada y sarcástica.

Las expresiones de lo identitario, al decir de Hanna Arendt, van más allá de las marcas físicas, eso lo recordaré siempre. El mapa de sal que De la Nuez devolviera al mundo hace una década para que siguiéramos la ruta del nuevo descubrimiento de la desilusión, la abulia y el rechazo a una marca nacional unitaria de lo cubano, vuelve hoy con más fuerza. Este es el mapa de un observador que se ha quedado boquiabierto ante los acontecimientos de los últimos veinte años, y ha trastocado la foto del icono que Korda fabricara con un Ché melenudo ante los aires habaneros de los años 60 por un guerrillero desjarretado en un lavadero de La Higuera.

El mundo socialista carcomido por sus propios roedores, el Hombre Nuevo que pretendía el mismo Guevara, obligado a trámites migratorios que desmienten un mundo para todos, y una juventud socialista, supuestamente límpida, obligada a bajarse una Mac’Donalds (símbolo del “capitalismo atroz”) ante las carencias del racionamiento colectivo.

Es un buen intento el de Iván, retomar la vida en el punto donde se le rompió el sueño. Es el mejor argumento para celebrar los diez años de un libro que apenas pudimos leer en Cuba, ese Mapa de sal que no pudimos degustar a tiempo, pero se contextualiza en la misma carencia de lo nacional. Por lo pronto, ya es bastante con leer su Fantasía Roja (reeditada ahora en Debolsillo, 2010) e Inundaciones (Debate, 2010) con la certeza de quien asiste a un acto inaugural: medio año no es nada ante cinco siglos de atraso.

Invito a los lectores a acercarse a Iván de la Nuez (que no es tan terrible), a sus libros, que son una reconstrucción simbólica de ese viajero que somos, con la Isla a cuestas… o al pairo. Quién sabe.

 

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